Para ser de nadie

MARTES

Versos medidos por la luz

Los dominicanos han aprovechado su Feria del Libro de este año para darse el banquete de reeditar la poesía completa de Manuel del Cabral. Y para darnos a todos el chancede volver a leer a ese gran poeta de América, el escritor caudaloso y controvertido que le cantó al color de su país, al corazón de su isla, al amor y a la dulce locura de estar vivo.

Del Cabral (Santiago de los Caballeros, 1907- Santo Domingo, 1999) es el escritor más universal, más publicado y más reconocido de su país. Escribió novelas, cuentos, periodismo y ensayos, aunque se sabía -lo supo siempre él mismo- que era un poeta, nada más que un poeta, que jugaba a prestarle su sensibilidad y su oficio a otras disciplinas.

Por eso, en esta fiesta que es la edición de su libro Permanencia inmaterial, está en la mesa presidencial el poeta, solitario, con su barba blanca como su guayabera, calmado, en paz, como si ya supiera que nadie le va a quitar ni una coma a su gloria y no le importara que se les haya reservado sitio a unos compadres de aquellas tierras que los críticos le ponen en pandilla a su lado para que los iniciados sepan con quién tienen que compararlo: César Vallejo, Pablo Neruda, Luis Palés Matos, Aimé Césaire y Nicolás Guillén.

El poeta vivió más de 10 años en Buenos Aires, allí editó muchos de sus libros. Su trabajo como diplomático le permitió trabajar y visitar casi todos los países de América Latina y Europa y, en esas travesías en barcos y aviones, halló un cepillo que le dejaba los trajes limpios de municipalismos y vanidades. Creo que fue de ese tema del que hablamos, hacía finales de la década del 70, en un café escandaloso de Santo Domingo por donde pasaban unos marines y un conjunto de niños tocaba el merengue El negrito del batey, con unas latas y una cajas de zapatos como instrumentos de percusión.

No recuerdo un discurso sobre su poesía social, ni de los temas eróticos o metafísicos que hay en sus libros. Lo que tengo en la memoria es una conversación con un hombre vital y enamorado que se tomaba un vaso de ron o una taza de café como si fueran los últimos de su vida. Todavía le quedaban 20 años de poesía, ron música y café.

La colección de poemas ha provocado una reacción especial de bienvenida que se le da a un familiar que ha estado ausente o del que sólo se recibían -como antes- telegramas y cartas. El poeta y ensayista Tony Raful (Santo Domingo, 1951) dijo que sobre los hombros de Manuel de Cabral «vamos todos los escribientes, los cronistas, los glosadores, los versificadores. Sobre su lomo de gigante se alza la literatura dominicana».

Estos son los versos finales de su poema Carta a mi padre: Qué más quiero,¿mi herencia? Para qué, padre mío. / Por mi herida de hombre sale un niño cantando. / ¡Lo que la tierra piensa, se hace voz en el río!

JUEVES

Versos medidos en la luz

Tomás Segovia (Valencia, 1927-Ciudad de México, 2011) dijo una vez que -como Federico García Lorca- él escribía para que lo quisieran. Y lo quisieran por su sensibilidad y su sabiduría. Lo quisieron, lo quieren en las espesuras de todos los campos. Lo demostraron, en su despedida, Juan Gelman y Enrique Krauze.

El poeta argentino, que le acompañó en su último recital público, dijo frente al ataúd de Segovia que la partida de su amigo lo estremeció «porque lo quise mucho. Siempre admiré su poesía, la claridad como se expresaba, su integridad como persona, cada vez que lo releo encuentro más cosas en su obra».

Allí, rodeado de la familia y de otros intelectuales mexicanos, Krauze recordó que el poeta es un referente de la poesía en lengua española de la segunda mitad del siglo XX. Añadió que lo admiraba y coincidía con esta opinión de Octavio Paz: «No existe un prosista y un poeta de la talla de Segovia».

Tomás Segovia no era de nadie. Era un hombre de la poesía, de las batallas, de sus recuerdos y de los afectos y compromisos familiares y personales. Trabajó para ser libre y se hizo libre con su disciplina de artesano del verso aplicada a todas sus aventuras laborales como profesor, traductor, redactor y promotor cultural. La misma fuerza de bulldozer que le hubiera puesto a su vocación de futbolista o de jugador de billar si la poesía no llega a ponerle una emboscada en Veracruz en 1940.

Desde 1950, con su libro La luz provisional, hasta los poemas que dejó inéditos, Segovia buscaba en la poesía un instrumento para entender la vida. En realidad solía encontrar, como ha escrito Christopher Domínguez , con el dominio de la métrica, a la mujer como experiencia suprema del poeta.

Estos son sus versos: Di si eran estas la palabras / Míralas bien / Córtalas con cuidado/ Y vamos a guardarlas / Sepultadas debajo de la casa.

VIERNES

Español en Miami

La comunidad hispana del Sur de La Florida tiene que dejar ahora en sus casas y en los campeonatos de dominó de los barrios el spanglish y los acentos marcados del Caribe y de Sudamérica. Debe de ser un gesto, una cortesía porque en la Feria del Libro de Miami están, desde ayer, algunos escritores importantes de América Latina..

Allá ha ido a presentar su novela Entre dos aguas el colombiano Plinio Apuleyo Mendoza. Y el mexicano Jorge Volpi,su libro de ensayo Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción. Otros autores que compartirán con los lectores de esa ciudad son Sergio Ramírez, Edmundo Paz Soldán, Espido Freire, Margo Glantz, Vicente Molina Fox, Carlos Alberto Montaner, Ana Istarú y Néstor Díaz de Villegas.

Aire puro y renovador para una ciudad en la que, según dicen los viejos sabios, se puede nacer y morir sin hablar inglés.